Hermanos, la paz de Cristo!

Cuando el espíritu recorre las etapas evolutivas para su progreso, el marco determinante que indica que está preparado para liberarse de las energías primitivas que moldean al ser, es la sublimación de la fuerza propulsora del sexo.

Esta es la energía más vital y más esclavizadora cuando no existe equilibrio en su práctica y en la circulación de su fértil campo astral y mental.

No obstante, hay fases determinantes para esta fuerte influencia en la vida del hombre encarnado, y una de ellas es la época en la que vivís, la fase final de la Transición Planetaria. En este tiempo, la falta de moralidad, la abertura del Abismo, así como la falta de vigilancia, crean un terreno fértil para las prácticas aberrantes en el área sexual.

En los "tiempos llegados", cuando ya no se pueden contener los desequilibrios, la humanidad demuestra que camina hacia su final en el Planeta expiatorio.

Sin embargo, el propio ser, ya cansado de las sucesivas vidas en esos excesos, llega exhausto a los días actuales, en el afán de liberarse de esa energía esclavizadora, lucha por su equilibrio, manteniéndose distante de las diferentes ofertas presentadas por la sociedad sensualista, típica de esta época.

Estos verdaderos guerreros que luchan por evolucionar no se encuentran entre los santos ni se muestran en las imágenes cuidadosamente construidas de pureza e inocencia. Estos se pueden encontrar en el día a día, en las luchas por la moral, por la práctica - aunque no sea perfecta - del Evangelio, o mediante el esfuerzo en vivirlo, cumpliendo los deberes, con hábitos saludables en familia, sociedad y religiosidad.

Hermanos, el Padre Creador no espera la perfección de Sus hijos que aún andan a gatas en los mundos expiatorios, pero crea las oportunidades para que, en cada existencia, se fortalezca en su mente espiritual la consciencia Crística de ser un ciudadano del Universo.

La lucha por rechazar lo que no os conviene es vuestra, pero la Luz que os sostiene en esa lucha proviene de las Huestes de Luz que guían los destino de los hijos de Dios,

Paz y Luz.