¡Paz en todos los cuadrantes planetarios! ¡Paz también en vuestros corazones!

Guerreras, acompañamos a vuestro despertar y con vosotras seguimos en cada vida que trillasteis en la Tierra, muchas veces sirviendo de instrumento del Padre para estimular vuestros pasos en dirección a la renovación.

Finalmente, aceptasteis la convocatoria para el trabajo en la siembra de Cristo y recibisteis intensos entrenamientos para las ásperas luchas del "final del ciclo planetario." Vuestras espadas, vuestros escudos y vuestras armaduras, venís utilizándolas con gallardía y, más y más, tenéis vuestro compromiso con la causa de la liberación de la humanidad y del planeta, sirviendo en el Ejército de Cristo como instrumentos de trabajo, de auxilio y de socorro de los hermanos que sufren.

Venimos a alertaros: las batallas continúan y, como era previsto, cada vez más feroces. Los Comandos de las Tinieblas, viendo sus pelotones tumbarse, reclutan aquellos que, por muchos siglos - incluso milenios - permanecen en la oscuridad, tramando, de manera silenciosa, contra los Servidores de Jesús y contra la humanidad.

Vuestras vidas no os pertenecen. Vuestros cuerpos transitorios no os pertenecen. Sois trabajadores de última hora al servicio del ejército de Cristo y vuestra postura debe ser la de servidoras humildes, que todavía mucho tienen que caminar hasta que alcancéis la liberación.

Debéis seguir bajo la disciplina de la Orden de Cristo, pues los enemigos feroces podrán abatiros en caso de desviaros de la disciplina rigurosa a la que fuisteis llamadas a servir y que venís caminando hasta este momento.

Tenéis la protección de las Fuerzas del Bien, hermanas, guerreras, pero poseéis un karma en marcha que podréis tumbar, en caso de que vuestras acciones, vuestros pensamientos y vuestras voluntades estén en armonía con la disciplina del trabajo con Jesús.

Seguir adelanté, espadas erguidas, mentes ligadas a lo Alto, pues las batallas, luchas y guerras en el plano invisible no tendrán tregua, hasta que el Padre determine la finalización del juicio final.

Guardar la certeza de nuestra presencia, conduciéndoos y defendiéndoos de las fuertes lluvias deletéreas que serán lanzadas contra vosotras.

Ningún ser de la oscuridad será capaz de derribar vuestra voluntad; sin embargo, solamente vuestros mismos poderes estancarán vuestra ascensión espiritual.

¡Adelante, guerreras! Las batallas continúan.

Es Jesús quien os reclama al trabajo para la redención de vuestros espíritus, dejando las ruedas del sufrimiento en los planetas de expiaciones y pruebas.

¡Paz en vuestros corazones!

¡Salve Jesús!