¡Que la paz de Jesús esté entre nosotros!

Como humilde sembrador de los Mensajeros Divinos, encontré muchos obstáculos y ataque de los hermanos de la ignorancia. Pero, hermanos míos, mayor dificultad obtuve en enfrentarme a mí mismo. La cuota de sombras que todavía cargaba en mí, me perseguía en tormentosas pesadillas, de no ser capaz de concluir mi tarea.

Humildemente, procuré elevar mis pensamientos a Jesús, todas las veces que la fragilidad de mi alma demostraba impedirme la continuación de las tareas. Y Él, como Médico Divino, siempre atendiendo al llamado de los humildes, viniendo en mi ayuda, me decía; "Aquel que desea seguirme, que tome su cruz y me siga." Entonces, lleno de vergüenza ante la debilidad, recobraba mi papel de simple emisario de las Divinas palabras, esclareciendo a través de los Mensajeros que el deseaban transformarse.

Serví apenas como instrumento de las Potencias Elevadas, pues en mi íntimo yo sabía que, si fallase, sería otro en tomar mi lugar, y concluir la tarea que yo no fuese capaz.

Sin embargo, agradezco inmensamente la paciencia de los Hermanos Superior hacia mí, tan atrasada criatura.

Y hoy, ojeando en mi pasado de errores, veo que mucho más podría haber contribuido en las tareas de iluminación de las conciencia en la Tierra; pues, mis limitaciones sólo permitían hacer lo que hice.

Agradecido, en este plano que me encuentro, distinguiendo el tamaño y la profundidad de la ignorancia que aún permanece en nuestros hermanos de humanidad, doy continuidad a la tarea humilde a que me dediqué y trabajo redoblado.

¡El trabajo es necesario para aquellos que desean progresar! Trabajando en la siembra de Cristo, limpiamos nuestras almas manchas y residuos que aún nos impiden alcanzar un Mundo Superior, un Mundo Feliz, de dónde vienen los Hermanos que nos conducen.

¡Que Jesús bendiga a todos nosotros, que somos caminantes todavía atrasados en la esfera infinita de progreso!

¡Salve Jesús!