En el nacimiento de las Estrellas y los Mundos, en el poblamiento de los planetas, en el nacimiento de las centellas, Dios está en todo. Su mente todo proyecta; Su Voluntad impulsa el progreso, creando Leyes que mantienen la estabilidad de los Universos, que alimenta la vida en toda Su Creación.

Nada debe temer, hijos, aquel que cree en esa Fuerza Creadora, pues sin ella nada somos.

El mundo que vivéis está repleto de Su Presencia Amorosa, impulsando los acontecimientos transformadores de las centellas y de los mundos.

Los seres de la creación representan al Creador.

Transformarse es evolucionar.

El sufrimiento es la purificación.

La maldad, transitoria falsa de los ignorantes.

Aquellos que anhelan habitar los planos celestiales, no deben temer verter la copa amarga que convierte al pecador, transformando, limpiando su túnica, para habitar el Nuevo Mundo.

Somos muchos los que atendemos el llamado del Creador; que venimos a estar con ustedes, nosotros unidos al Cristo, para ayudarles en los momentos cruciales de la Transición Planetaria.

Habitamos el sol que, cual Llama de Vida, calienta vuestros días.

No os importe aquellos que desacrediten nuestra existencia; todos vosotros ya fuisteis ignorantes, y ellos también despertarán.

Adelante al progreso, pues las Leyes de Dios son dinámicas y arrastran siempre a los rebeldes a nuevas oportunidades, hasta que alcancen la comprensión de la necesidad de evolucionar, y tomen para sí las riendas de su propio destino, como venís haciendo en este momento.

No lamentéis los dolores, el sufrimiento, porque representan, para cada ser, el pasaporte para un Mundo mejor. Sin embargo, hermanos, extender las manos aliviando el sufrimiento, mitigando la sed, alimentando a los hambrientos, cubriendo al desnudo, pues es a Él que servís, a Jesús Cristo de Dios. Y, viviendo su Evangelio, alcanzaréis el mundo que edificasteis con vuestra voluntad de evolucionar.

Que la Luz Mayor os guíe y sustente en esta hora.

Permanecer en la paz de Cristo.