Hermanos, yo no conocía a Jesús, lo perseguía con voracidad y rencor.

Cierto día, a las Puertas de Damasco, después de cometer atrocidades en persecuciones a los cristianos, Él me apareció de repente.

"Saulo, ¿por qué Me persigues?"

En aquel momento, resplandeció en mí Su Luz y me vi ciego de los ojos físicos e iluminada mi visión espiritual.

Una única existencia no fue suficiente para yo rescatar mi gran culpa por haberlo perseguido.

Las persecuciones que sufrí, la miseria a la que fui lanzado, no fueron suficientes para que yo me considerase redimido de la gran falta por haberlo combatido.

Incluso hoy, cuando me recuerdo en mi ignorancia, pido perdón al Maestro Adorado.

Hermanos amados, aquel que desea redimirse, que tome su cruz y siga al Maestro Jesús, pues no hay otro camino para la propia redención.

No debéis sucumbir al peso de las pruebas expiatorias, porque sin la cruz, no hay resurrección.

Camináis ante los dolores de los espinos de la jornada, manteniendo la certeza de que Jesús con vosotros sigue.

Solamente Jesús es el camino de la liberación.

Guarde Jesús.

Pablo de Tarso

GESH - 12/10/2016 - Vigilia Jacaraipe - Serra, ES - Brasil