¡Madre santísima, mira por nosotros, vuestros hijos, que en los tropiezos, en los errores practicados a lo largo de nuestras vidas, trazamos para el futuro las duras pruebas para nuestra remisión!

Sabemos que de Vuestro corazón magnánimo siempre irradiará para nosotros el más puro amor, el más dedicado socorro, porque todavía somos débiles y, por rebeldía, elegimos el camino árido, con brezos y piedras, cuando Su Hijo Mayor, nuestro Maestro Amado, nos dijese que Él era el camino, la verdad y la vida.

Envuélvenos en vuestro corazón generoso que ofrece el perdón para todos los que todavía no han aprendido a sentir la delicadeza de Vuestra mirada, la pureza de Vuestro amor por nosotros. Un día, Madre, aprenderemos, a través de Vuestro ejemplo, a servir sin mirar a quien, a socorrer a los excluidos, a comprender los réprobos. Muchos, por Vuestra intercesión, son atendidos en los valles de los dolores.

Y nosotros, los auxiliados por Vuestro intermedio, aquí estamos a rendiros gracias y hosanna, porque por Vuestro amor y amparo fuimos rescatados de los oscuros caminos del atraso. ¡Manos nos salvaron de nuestros verdugos y si hoy somos fieles trabajadores de la Luz, es gracias a Vos, Madre, que nos sostiene con Vuestro amor, puesto que él nos conduce!

¡A Vos rendimos gratitud eterna!