¡Salve, Jesús!
Exiliados, vinisteis para la Tierra, atrapados en vuestras deudas kármicas, envolviendo naciones, familias y vuestros propios espíritus. Estuvisteis, siempre, presos a las pasiones, a los fanatismos, a las posesiones materiales, esclavizándoos al oro y al poder.
En un momento dado, por misericordia Divina, descendió a la Tierra el Ángel Jesús, ofreciendo la oportunidad de cambio para vuestras vidas y para el planeta.
Mucho antes de la venida del Mesías, el hombre ya era esclavo de sus errores y vicios. Ni siquiera con la Buena Nueva que Él trajo como oportunidad de redención, desvió el alma endurecida del camino del dolor que viene pisando hasta hoy.
Sometió al hermano negro y, a pesar de la abolición de los grilletes, continuó el prejuicio, oculto en pensamientos, gestos y palabras. Sin embargo, además de la esclavitud por el color, el hombre, no satisfecho con el mundo de dolor que creó, buscó para su alma otros grilletes: se esclavizó a la forma física, buscando el cuerpo perfecto; se convirtió en esclavo de su ego, de las religiones, de la vanidad, del dinero, del poder y del sexo.
La Tierra se encamina para la resolución de sus problemas. El tiempo se acelera y los hombres modernos de la civilización del tercer milenio, gradualmente se vuelven nuevamente primitivos. Antes, eran armas primitivas que usaban en la violencia contra las mujeres, llevándolas a sus cuevas, esclavizándolas. Hoy, los mismos hombres usan armas modernas y su fuerza física para continuar esclavizando a las mujeres, aun se consideran su dueño. En el pasado, se mataba para comer; hoy, se muere para comer demasiado.
La práctica cambia, pero los fundamentos son los mismos, la permisividad se está apoderando de la sociedad y ni el avance tecnológico, cultural, literario y consuetudinario mejora la vida moral de la sociedad.
Mientras tanto, resolutos, los Maestros, advierten que el fin de esta civilización se está aproximando y, aun así, los cambios individuales en la sociedad son muy pocos. Llegarán las grandes catástrofes con sus avalanchas, terremotos, inundaciones, vientos, fuego y arrastrarán consigo esa población indiferente e ingrata, que en ningún momento rindió gracias al sacrificio de Maestro Jesús, en ningún momento detuvieron sus actividades febriles para estudiar sus enseñanzas y, mucho menos, escuchar, leer los mensajes que vienen de lo Alto, cuando Jesús dijo que las voces descenderían para ayudar a la humanidad.
Ni los mismos espiritas, que tienen la fuente viva, los manantiales de Luz que llegan a través de los mensajes, ni ellos mismos están consiguiendo diferenciarse de la humanidad incrédula, o modificarse para comprender el momento que la Tierra pasa. Y la separación continúa sin depender de los que creen o de los que no creen.
Como dijo el Maestro Jesús: "Ve, que tu fe te ha sanado". Pero la humanidad está enferma por la falta de fe y amor en su trato con el prójimo, en su interacción con la Divinidad. Carece de fe en sí mismo, en acreditar que su cambio de comportamiento le traerá la paz que tanto busca.
Y el Maestro Jesús se mantiene firme en Su propósito de elevar el planeta y al mayor número posible de personas que tomó para sí con gran amor y cariño. Él no se encuentra en las mansiones de Luz, en los parajes celestes. Él está aquí, junto a cada uno de ustedes, esperando solamente que vuestros ojos y vuestros corazones se vuelvan hacia Su amor.
Aprovechar la gran oportunidad que se abre con el fin de esta humanidad. Es la oportunidad ofrecida a través de la Transición Planetaria, un regalo Divino. Que sepáis aprovecharlo, para hacerlo habitable en un planeta mejor, renovado, justo, fraterno, armonioso y evangelizado.
¡Que la luz del Maestro Jesús esté entre nosotros!
Juana de Angelis
GESH - 18/01/20 - Vitoria, ES – Brasil