¡Que la Luz del Divino Maestro fortalezca los corazones de la humanidad, todavía tan atrasada moral, espiritual y materialmente!
Las poblaciones terrestres tuvieron siglos, milenios, para prepararse para lo que hoy sucede en el planeta Tierra y que todavía no ha terminado. De acuerdo con la programación terrena, períodos de aprendizaje y sufrimiento aún están por venir.
Los eventos que hoy ocurren no podrían acontecer de forma tan didáctica en tiempos pasados, porque la intelectualidad y la espiritualidad de los seres que partieron al exilio todavía estaban en construcción.
A pesar de ser espíritus experimentados en el área de la magia, en la manipulación de los elementos y muy avanzados intelectualmente, no estaban preparados para pasar por la Transición Planetaria definitiva, pues aún no habían aprendido sobre el amor, el perdón, el desprendimiento de sí en favor del prójimo. Y fueron estas las enseñanzas legadas a esta humanidad por varios altos Instructores que estuvieron aquí.
Sin embargo, los eventos cataclísmicos que se aproximan a la Tierra ya no pueden postergarse más, a la espera de que el ser humano aprenda las lecciones que fueron exhaustivamente repetidas por los Instructores Siderales.
Todo lo que acontece hoy en la Tierra ya fue comunicado, explicado a la humanidad. Nada es sorpresa. El Maestro Jesús, Profesor Mayor que estuvo aquí, explicó de manera clara, sin subterfugios, lo que sería “el crujir de dientes”, “el llanto”, y cuáles serían sus consecuencias. El Maestro Nazareno explicó que los tesoros terrenales no garantizarían la felicidad futura y mostró, a través de las enseñanzas divinas de las parábolas, como el "óbolo de la viuda", que, quien da, aunque sea poco, pero con el corazón, tiene más valor para los planes celestiales que aquel que da más, pero apuntando a los goces y ventajas terrenales. El Maestro Jesús explicó la necesidad de que la fe sea la roca que sostenga el espíritu, ya que todavía es frágil y puede transformarse fácilmente en incredulidad, en acusaciones, llegando el ser humano a culpar a la divinidad por sus propios actos mezquinos.
Fue explicado por la doctrina espírita, que aquí llegó siglos después, que el orgullo es la raíz de todo el mal terreno.
Varias informaciones y varias oportunidades le fueron dadas a esta humanidad, la cual, si viniera a aprender todo lo que le fue transmitido, pasaría indemne por la tragedia que se abate sobre sí.
No es el dolor físico. Es el dolor moral que arrastra el ser para nuevas etapas de sufrimiento; arrastra al ser para planetas iguales o inferiores a la Tierra.
Pero ya estaba previsto por la pedagogía divina, que no todos alcanzarían la evolución deseada, a pesar de todos los esfuerzos de Maestros e Instructores, pues esta es la característica de un planeta de dolor y expiación en el final de los tiempos. Así se da en los bancos escolares: no todos los alumnos aprueban con nota y no todos alcanzan el éxito esperado; pero siempre habrá un maestro en la próxima clase, en el próximo año, en la próxima escuela, enseñando nuevamente las lecciones que el alumno ya debería haber aprendido.
Y también es cierto, que la piedad y el amor divino estarán siempre presentes en todas las etapas, ya sea en la construcción de un planeta, o en el desenvolvimiento de una sociedad, hasta el final del presente modelo de vida en que os encontráis.
Todavía estáis, todos vosotros, encarnados y desencarnados, experimentando el comienzo de las duras pruebas que se abatirán sobre la humanidad. El flagelo de la enfermedad que se abate la Tierra no será la peor etapa que viviréis. Las guerras vigentes tampoco serán las peores. Buscad, en vuestras conciencias, si lo que experimentáis y profesáis es realmente lo que estudiáis y lo que decís en vuestras oraciones.
¿Vivéis el verdadero Padre Nuestro que está en el Cielo?
¿Dais la cuota necesaria para apagar los incendios en vuestros pequeños círculos sociales y familiares?
Si no haces así en lo micro, ¿Cómo actuarás en lo macro?
Sed fuertes y valientes, y tened siempre como base las enseñanzas de vuestros Maestros, profesores amorosos, que, a pesar de no aliviar las demandas del alumno, están siempre dispuestos a ayudar, amparar y guiar en los momentos de dolor, duda y de expiaciones.
Pitágoras fui en una encarnación pasada y, por veces, tengo los discípulos como alumnos, algunos rebeldes, otros se esfuerzan para alcanzar lo mínimo y, bien pocos, alcanzando la aprobación para un aula más avanzada.
¡Más no os desesperéis!
Estáis bajo la protección de la Luz, tanto el más inferior como el superior. Y nosotros también, que ya rompemos las barreras de la inferioridad terrenal, seguimos trabajando, buscando nuestra referencia en el Amor Divino. El camino que buscamos es el que nos lleva al Padre.
Que el Maestro Jesús ampare a los discípulos rebeldes y aquellos que ya se han reconciliado con sus consciencias.
¡Salve, el Maestro Jesús!
Pitágoras
Antigua encarnación del Maestro Ramatis
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