Distraídos, salimos a caminar dejando piedras y espinas por el camino. Con el paso del tiempo, las piedras se acumulan y crecen los espinos. No nos acordamos de que llegará el día en que utilizaremos el mismo camino en la jornada de regreso a la Casa del Padre.
Así, cuando llega la hora, recomenzamos la caminata por el camino pedregoso de una nueva reencarnación. Tropiezos, heridas y dolor nos llevan a preguntarnos el por qué de una jornada dolorosa. Tarde o temprano, si nuestra rebeldía no nos hace estacionar, descubrimos que la falta de cuidado de otrora nos legó el dolor de ahora.
Entonces, con una marcha lenta y penosa, seguimos adelante fortalecidos por los amigos que no nos juzgan, apenas socorren, ayudándonos a retirar las piedras y a cortar los espinos.
En el terreno, que poco a poco se va limpiando, semillas de amor son lanzadas, y como recibe ayuda, el viajero aprende también a ayudar, descubriendo en el don de amar al prójimo como a si mismo, el remedio que todo lo cura.
Fortalecido en el amor, continúa el viajero esparciendo él mismo mensajes de esperanza, y mientras trabaja, siembra paz y fraternidad a su alrededor. Poco a poco el camino se va transformando, y en lugar de piedras doloras y espinos violentos, comienza también la cosecha de las flores perfumadas de amistad, que retornan hacia quien las sembró.
Llegará el día en el que el viajero se dedicará a enseñar las bellas lecciones aprendidas, de que cuando caminamos distraídos, al regresar recolectamos todo aquellos que semramos.
Salve la Luz.
Juana de Ângelis
GESJ - 26/12/2006 - Vitória, ES - Brasil