¡Paz, unión y armonía!
¡Hermanos, hijos de la Creación!
No os falta amor, no os falta socorro, ni quien os ayuda en las horas de aflicción. Lo que falta para la humanidad es la fe que remueve montañas, es el sentimiento de fraternidad en el ejercicio diario del perdón.
Si todos vosotros, en algún momento del día, echáis un pensamiento al gran Maestro Jesús, reflexionarais sobre Sus palabras, vivieseis Sus lecciones, no habría dolores e iniquidades en el mundo para vosotros herir y lastimar.
Intentamos, de todas formas, envolver los corazones de aquellos que ruegan - en el silencio de la mente- por la paz, por un momento de alegría. Viven a clamar a los Santos, a los Ángeles, a Jesús, a Dios. Sin embargo, vuestros corazones y vuestras acciones no reflejan vuestras súplicas.
La humanidad suplica para que el hambre se acabe, pero no distribuye el pan entre los hermanos hambrientos; ora por la paz en su día a día, pero no trabaja para que ella se restablezca en su interior; reza para que los dolores y las enfermedades se acaben, pero no practica las lecciones de amar al prójimo, hijos del Padre, como a sí mismo. Y continúan abusando de la vida material.
Rescatamos miles de almas perdidas en el plano astral. Sin embargo, vemos todos los días miles de hermanos adentrando el mundo espiritual, desesperados, sufridos, heridos.
¿Qué hacer, hermanos? ¿O qué más debemos hacer para alertar a la humanidad displicente en cuanto a su futuro, pues cada día, aumenta más la distancia entre lo que se habla y lo que se practica?
Liberamos del cautiverio tantos suicidas, les aconsejamos tanto antes del acto desesperante, pero aumenta cada día esta práctica insana.
Socorremos tantos drogadictos, tantos alejados de la suerte, pero el número de hermanos que se adentran por esa puerta aumenta cada día.
De esta forma, ante el libre albedrío, nada podemos hacer y seguimos socorriendo, amando, y pidiendo al Padre misericordia por esa humanidad.
En cada corazón plantamos nuestra flor, rociamos con nuestras lágrimas, abonamos con nuestro amor, entonces sientan nuestra presencia en cada uno de vosotros.
Madres, socorran a vuestros hijos, alertarlos de los peligros del mundo, mostrad a ellos, enséñeles cómo amar y respetar, como el Padre los ama y los respeta.
Sois, todas vosotras, propagadoras de nuestros sentimientos, de nuestras lecciones. Usinas de Luz derraman sobre la Tierra los sentimientos más nobles, en las palabras de los Maestros, entonces por mayor que sea el dolor, nunca dudéis que al lado de ella está el socorro.
¡Que la Luz del Maestro Jesús esté entre todos y que la paz esté entre nosotros!
María de Nazareth
GESH - 11/05/2018 - Vitória, ES - Brasil