Saludos amigas y hermanas.
Fui un feto abortado.
Han pasado muchos años desde que la práctica del horror hizo que se esfumaran entre dolor y llanto los sueños de renovación y progresó que alimentaba.
Estoy aquí, porque pertenezco a esta familia espiritual, pero me trajeron, no por el amor que hoy pulsa sincero en mi pecho. Fui arrastrado hasta aquí por el odio tremendo que acometió mi espíritu por aquella mujer a la que juré mi amor y que también juró que me amaría, pero que egoístamente se olvidó del compromiso establecido y me cerró la puerta de la reencarnación.
El odio que sentí por la traición perpetrada, provocó en mi verdugo un dolor lancinante y cancerígeno, y yo, en mi ignorancia, desee fuertemente que ella sufriese tanto cuanto yo, y que perdiese la oportunidad de vivir, lo mismo que ella me hizo a mí, o peor aún, que ni siquiera llegué a tener.
En el auge de mis tormentos como obsesor, vino hacia mí una luz azulada, y a lo lejos, escuché unas palabras de una increíble vibración amorosa que me restauraban el cuerpo aún despedazado.
Experimenté una maravillosa sensación de paz ; fueron solo unas fracciones de segundo, pero ahí empezó mi despertar de la hipnosis a la cual me entregara.
Paulatinamente, fui recibiendo, sin esperarlo ni merecerlo, palabras, gestos, presencias, cobijo, alimento, medicamentos y todas aquello que un ser en mis condiciones pudiera necesitar. Desde entonces, no me faltó de nada.
Sin embargo, recrudecido mi deseo de venganza, en cuanto me sentí algo más fuerte y me acostumbré a la nueva vida, fui en busca de aquella mujer sobre la lancé la maldición de muerte dolorosa, pero cuanta fue mi sorpresa al encontrarla renovada en apariencia y vibración. Lejos de ser aquella mujer poderosa, arrogante y altiva de otrora, vi una mujer arrepentida y sinceramente emocionada por el don de la vida.
Pero mi deseo de venganza se fortaleció aún más, pues viéndola así de frágil, pensé que sería más fácil lanzar la virulenta carga de mi odio.
En ese momento, un golpe de Misericordia Divina me muestra los recuerdos de un pasado, en el que me vi como una enfermera cruel y fria que fui, y las innumerables vidas que podé.
Derrotado por mí mismo, por el remordimiento fulminante, comprendí que no podría odiar a aquella mujer que fue para mí un instrumento de redención y corrección.
Aún no consigo amarla, pues su visión me reaviva las llagas que cuidadosamente cultivé, cuando tan sólo me interesaba la venganza injustificable; pero hoy, esclarecido, busco, a través del trabajo de asistencia a los desequilibrados en la materia, mi medicina para las heridas de mi cuerpo, y para que consiga cultivar por aquella mujer, la ternura que nace de un hermano que desea sinceramente reconciliarse.
Entre los sueños de los primeros instantes de la concepción y el renacer espiritual en la Luz del Evangelio se encuentran las lecciones y consecuencias del acto innoble que es el aborto.
Un hermano abortado
GESJ - 13/02/2007 - Vitória, ES - Brasil